jueves, 27 de noviembre de 2008

Guia para ligar

Hagamos un poco de información de servicio. En estos días en los que el frío aprieta sería bueno conocer esa fórmula que consiga que otro ser humano (elijan ustedes el sexo) se acercase y se frotase con uno. Por eso les voy a dar la panacea: Una guía para ligar en Euskadi.

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vía meneame

Da gracias por ser hombre


Un buen anuncio, pero ser hombre también tiene desventajas... que no alcanzo a recordar

jueves, 20 de noviembre de 2008

Basado en hechos reales

Él había estado cinco minutos dando vueltas en el restaurante buscando una silla, sólo le faltaba una. Y tras ocho preguntas fallidas la consiguió y cargó con ella hasta su mesa. Él es director de una fábrica de chocolatinas y sueños y tiene muchos empleados.

Ella no tenía silla. Trabajaba en la sección de sueños bonitos de la fábrica y había acudido a un restaurante a comer. Su jefe sí la tenía, pero no la usaba, porque estaba en… digamos, la máquina de tabaco. Ella tiene nombre de virgen. Él… de él sólo diremos que a veces es un poco fea. Ella se aproximaba a por una silla vacía, que no sabía que tenía dueño. El director estaba intentado que el señor que estaba en la máquina de tabaco le atendiese. Pero era una hora en la que la máquina estaba llena de gente, todo el mundo tenía cosas que hacer en ella.

La chica con nombre de virgen cogió la silla y se marchó rápidamente hacia dónde la esperaba un grupo de amigos. Él seguía extasiado en alguna conversación magnífica con unos señores de corbata y traje. De estos que, cuando pasan, son como de una elegancia superior. Los amigos se reían. Se reían mucho. Ella se asustó y preguntó con cara de extrañada “¿qué estoy haciendo?”. Las risas seguían cuando ella llegó. No la separaban más de diez metros de donde había cogido la silla, y no más de doce de dónde estaba él con la máquina de tabaco.

Al ver que las risas no cesaban su cara pasó de extrañada a crispada. “¿Qué he hecho? ¿de qué os reís?” preguntó ella. Él aún no había reparado en su silla robada. Se lo contaron: “Es la silla del director de la fábrica de chocolatinas y sueños” le dijo uno de sus amigos. Ella cambió su expresión por una mezcla de desesperación y “la he cacao”. “¡Déjame pasar!” le gritaba al amigo que le cortaba el paso “no quiero perder mi empleo. ¡Vosotros os reís porque no es vuestro jefe!”. Uno que trabajaba en la sección de chocolatinas blancas le dijo: “También es mi jefe. Pero con el rato que estoy pasando me da igual perder mi trabajo”.

Por fin se dio la vuelta. Miró a su mesa y se extraño. “Hubiera jurado que antes había aquí…”, alzó la vista. Pero sólo vio a un grupo, en el que había algunos empleados, mirando hacia donde él estaba. Nada más. Ni rastro de su silla perdida. Se fue de ahí a buscar otra silla. Otros cinco minutos, diez preguntas más. La undécima obtiene el resultado esperado.

Ella comenzó a degustar su comida y casi muere en dos ocasiones por ahogamiento con un trozo de lechuga. Es el precio a pagar por haber robado.

Espórrigan, a 21 de noviembre de 2008

martes, 18 de noviembre de 2008

Formas de mirar una pila

Santa María de Eunate es uno de los monumentos navarros más singulares. Situado en el Camino de Santiago, su origen es una incógnita y su construcción, entre románica y gótica, es muy singular. Una planta octogonal irregular, en cuya bóveda hay siete nervios que van a aparar a los seis puntos de arranque que la sujetan, una figura de la virgen muy sencilla, con una espiga de trigo en una mano y Jesucristo en la otra, un puñado de bancos dentro de un edificio rodeado por una arquería y por una pequeña muralla de menos de dos metros de altura. Estos son los elementos de la iglesia que atrae a cientos de turistas cada semana, entre peregrinos y curiosos.

En el parking de la iglesia un taxista está parado esperando a que dos caminantes de rasgos orientales vuelvan al vehículo. Mientras espera hablamos un rato. Si a mi desconocimiento absoluto de los entresijos del Camino de Santiago le sumamos la seguridad con la que Natxo habla, obtenemos la sensación de admiración que siento por el taxista. Un experto en la ruta jacobea. Acabamos hablando de su profesión. La última frase que compartió conmigo antes de despedirnos fue: “Soy taxista, sabemos de todo”. Una de las pocas verdades absolutas que le quedan al hombre de hoy.

Una veinteañera con una gabardina roja entra en el recinto de la iglesia hablando por el móvil, mirando al suelo y paseando por el recinto que rodea al edificio. Detrás vienen los que parecen sus padres y otra pareja más joven. Los cinco quedan asombrados viendo a un tipo moreno, con barba de tres días y botas de montaña, con los ojos cerrados y moviendo los brazos de adentro a afuera mientras da vueltas alrededor de la iglesia, en silencio, en medio de un extraño ritual.

La chica de la gabardina y los otros cuatro, después de dar una vuelta a la iglesia con los ojos abiertos, se meten en el interior del pequeño templo, donde permanecen apenas dos minutos. Al salir, el más viejo del grupo alza la vista y, tras un pequeño silencio reflexivo, dice: “Es una iglesia románica a pesar de la construcción de su bóveda”. Información que podemos obtener del cartel informativo a la entrada. Se hacen unas fotos y se van.

Eunate es una construcción del siglo XII. No hay consenso acerca de su origen. Está situada muy cerca del punto donde se unen las diferentes rutas de El Camino y hasta aquí vienen peregrinos que llegan a Puente la Reina, Mendigorria o localidades cercanas y no han pasado por este monumento, o turistas que acuden para disfrutar del paisaje, el templo, o simplemente para hacerse fotos.

Mientras, Olivier un “franchute que vive por aquí cerca”, está hablando con una jubilada catalana que acaba de llegar en un autobús del IMSERSO abarrotado. Ya no está tan serio como cuando sus manos se movían y andaba en medio del éxtasis de su ritual. La mujer le cuenta que si das tres vueltas descalzo alrededor de la construcción se te concede un deseo. El francés le mira divertido y sonríe.

Si lo hubiese probado quizá no sonreiría tanto. Cuando das las tres vueltas en la primera sientes cómo se te clavan en las plantas de los pies los laterales de las piedras con las que está construido, a modo de mosaico puntiagudo, el paseo que hay entre la arquería y el edificio. El frío de las piedras resulta ligeramente molesto en contacto con los calcetines.

En la segunda la molestia pasa a incomodar bastante. El paso se acelera para acabar cuanto antes. A mitad de la segunda vuelta la estrategia cambia. Es menos doloroso pisar donde hay menos cantidad de piedras, o laterales menos afilados, que correr mucho y sentir punzadas fuertes de vez en cuando. En la tercera te sientes como un ciego que lee con los pies un largo texto escrito en un punzante braille para conseguir el ansiado deseo. Llega un punto en el que dejas de mirar al suelo y elegir tus pisadas y sólo andas. Ya no puedes llevarte pinchazos más fuertes, los has sentido todos. Al acabar la tercera vuelta en las caras de los arriesgados paseantes se ve la expresión de sufrimiento. Pero todo acaba.

Al llegar de nuevo a tus zapatos la cara de alivio se une a la sensación de que el calzado, por muy incómodo que pudiese parecer antes, es como ir pisando nubes en cada zancada. Todo un respiro.

Y después del esfuerzo aparece gente con diferentes versiones. Hay personas que con sólo una vuelta pretende recibir el mismo premio que el que da tres. El que conceda esos deseos debería tener en cuenta la evolución personal sufrida por el que ha paseado más vueltas descalzo. Muchos de los jubilados no se quitan ni los zapatos para dar las vueltas. Pero dan las tres. Hay que respetar a los mayores.

Todos los que llegaron en el autobús excepto dos desaparecen en menos de cinco minutos. Tres vueltas alrededor de la iglesia, un vistazo por dentro, otro por fuera y vuelta al autobús. Monumento visto. A por otro.

Pero un matrimonio queda dentro de la iglesia rezando en la oscuridad y la paz que concede la pequeña nave de Santa María de Eunate. De rodillas en el segundo banco de la izquierda ambos con la cabeza mirando al suelo, en silencio, comparten su tiempo de oración con Olivier, que está en otro asiento en un banco lateral, concentrado, con una sonrisa en la boca, sus manos abrazadas y la cabeza elevada hacia la bóveda.

La pareja se separa tras acabar sus oraciones. Él sale por la izquierda del banco y se agacha, como lo hacían los súbditos ante el rey, para mostrar su devoción ante la virgen. Su salida del templo es hacia atrás mirando las entrañas de la iglesia. Antes sólo había entrado a orar. Cuando acaba ella, pocos minutos después, sale por la izquierda del banco y, en pie, agacha su cabeza ante la virgen. También mira la iglesia como si no la hubiese visto al entrar.

Después de que los catalanes se marchen de la iglesia Olivier se pone serio de nuevo y vuelve a cerrar los ojos y a pasear en silencio moviendo los brazos. “¿Por qué lo haces?”, le pregunto. Como respuesta encuentro una sonora y extensa carcajada. Segundos después, aún con una sonrisa en la cara, me dice: “Pruébalo. Yo siento cómo en mi cuerpo entra mucha energía, un cosquilleo por las extremidades y el pecho”. Los brazos se le mueven por ese cosquilleo. “Esto no es una iglesia, es una pila. Una pila que te recarga de energía, te hace sonreír, te hace feliz… Y al final, de eso se trata ¿no?”.

Las teorías sobre energías telúricas dicen que Eunate se encuentra justo en la intersección de dos líneas de energía, una que desciende desde San Juan de Luz y otra que viene desde el Monasterio de Leyre, al este de Navarra. Según estas teorías es habitual que estas líneas se encuentren salpicadas de algunos antiguos lugares de culto.

ANITA

A la izquierda de la iglesia hay un albergue para peregrinos. Enfrente del lugar donde los caminantes paran para reponer un poco de fuerzas, lavarse y clamar su sed y su hambre, hay una chica rubia sentada en uno de los bancos hechos en piedra. Viste unos piratas. Y no hace un tiempo como para ser tan aventurado. “Sí, tengo algo de frío, pero tengo dentro la mochila unos pantalones largos. Luego me cambiaré”, dice en un idioma entre el francés, inglés y español.

Anita es una alemana que lleva desde el 21 de octubre caminando y ha llegado hasta Eunate. Camina sola. “¿Por qué no caminar sola?”, responde. El silencio tras el que esperaba una concreción mayor no viene seguido de nada más. Tiene los ojos a juego con sus pendientes azules. Son las dos características que más resaltan en su físico. Piel blanquecina, pelo rubio, recogido en una cómoda coleta con dos mechones del flequillo, y cuatro toques azules en su cara.

Junto a ella, a menos de 15 centímetros, hay una cámara de fotos. Sin embargo ella está muy concentrada en su tarea. Con un pequeño bloc con espiral rosa y un lápiz dibuja la iglesia. Está garabateando el tejado. No tiene mucha maña copiando la realidad en su cuaderno, pero con la sonrisa que lo hace parece divertirse. “¿Por qué no haces una foto?”. Con coger el aparato y encenderlo te ahorras el frío. “Hacer un clic y tener la imagen no me aporta nada”, explica mientras se pasa el flequillo por detrás de la oreja. “Quiero que los recuerdos sean algo mío, que salgan de mí”. Una teoría perdida en la época de la cámara digital y las tarjetas de cinco gigas.

Anita pasará la noche en el albergue que ahora tiene enfrente ahora desde donde dibuja sus souvenires, sus postales de viaje. Mientras ella dibujaba han pasado a su alrededor un autobús estero de jubilados catalanes y tres coches más con turistas que paran, hacen “clic” y corren. Otro grupo de gente se saca fotos tras hacer una fugaz entrada en el templo y dar una vuelta por el pequeño paseo que rodea el edificio. Mientras Olivier sigue dentro del templo, sentado en un banco, con una expresión de paz en su rostro. Ya me lo había avisado el experto en el Camino de Santiago. En un momento de nuestra conversación Natxo me dijo: “Hay varios caminos pero los caminos nunca se cruzan”.