miércoles, 24 de diciembre de 2008
Feliz Navidad
Ahh... eres tú el que que me leía. Pues eso. que lo pases bien estos días. Y si no te gustan pásalo lo mejor que puedas.
Higos de puta
En mi niñez había momentos aburridos. No tardábamos mucho en buscar algo que hacer o alguien con quien quedar para remediarlo. En una ocasión estábamos en casa con Gorka, un chico que conocía de las reacciones violentas del señor “higuero”, disfrutando de una tarde de lo más aburrida. Para cambiar de actividad fuimos a coger algún que otro higo a, lo que a partir de aquél día sería denominado, la Higuera de la muerte.
Tras ser avisado de las posibles represalias. Pensábamos como mucho en un unos mecagüendioses, ijosdeputa, o cosas similares. La idea de que saliese con una vara para zurrarnos en el culo parecía exagerada.
El plan era claro. Adrián, por ser el pequeño y el más ágil, escalaría a la higuera de la muerte y nos lanzaría las brevas abajo. Mientras Gorka y yo vigilábamos si venía el guardián y recogíamos nuestra merienda. Pero no funcionó durante mucho tiempo. No recogimos ni una. No hubo tiempo.
Adrián estaba agarrado por todos lados en una de las ramas del árbol cuando Gorka y yo desaparecimos corriendo. Empezaba la huida. Y es que es peligroso que un custodio con una escopeta en la mano y todo tipo de injurias y calumnias sobre nuestras madres en la boca te persiga. Mientras corríamos mi hermano estaba agazapado. Rezando porque el custodio no mirase arriba. Veía los caños apuntando hacia el cielo y sus piernas le temblaban. Oía al “higuero” maldiciendo y le temblaban más. No podía aguantar mucho allí. Así que saltó de dos metros de alto y corrió como sólo se le ha visto correr en un par de campos de fútbol y se reunió con los demás en casa. Al final merendamos un bocata.
Higos
domingo, 7 de diciembre de 2008
Derby
Hace frío, mucho, y es domingo de mente turbia. Pocas razones para moverse del regazo de las sábanas. Pero hay que ir a ver el derby. Juegan el Muskaria y el Valtierrano en El Salobral. Ese es el estadio de Arguedas donde se han concentrado cerca de cien personas para ver un partido de juveniles. Un mal partido de juveniles. Pero un partido divertido.
Arguedas y Valtierra están separados por poco menos de 3 kilómetros. Cuentan los abuelos, y algún padre, que los chicos de cada uno de los pueblos quedaban en la muga (frontera) de las dos localidades y se batían a pedradas. Hoy juegan a fútbol.
Valtierra tiene un equipo mejor jugador por jugador, pero el Muskaria tiene más garra. Los planteles de la batalla de hoy ya no son tan puros como lo eran en sus orígenes pétreos. En ambos bandos hay infiltrados. Con los de Arguedas juega Ochoa, un jugador de banda, suplente en el equipo de su pueblo que buscaba jugar más. En las filas valtierranas hay dos que hoy juegan en casa. Luis viste un traje naranja feísimo pero es un gran portero. Julio es el capitán y el cerebro del equipo en el centro del campo.
La camiseta del Muskaria es azul, como el chándal de entrenamiento del Valtierrano. La del valtierrano es roja, como el color de la antigua equitación del Muskaria (cuando un servidor se dedicaba a viajar por los banquillos de Navarra).
Los dos equipos tienen un zurdo mágico. Los que van de rojo tienen a un chico con el pelo muy rizado que se llama Fran, lleva el once, regatea y corre a un nivel superior a los demás. El Muskaria tiene a Martín, un rubio extremo izquierdo que el día antes del partido estaba en la discoteca a las seis de la mañana. Lleva el balón pegado al pie, y tiene un toque con el que da sentido a los pelotazos que le lanzan sus defensas.
El Valtierrano gana uno a cero. “Es porque, como somos el mejor pueblo, no os valláis humillados en todos los sentidos. Así os dejamos ganar a fútbol por lo menos.”, oigo en una conversación entre un seguidor de cada bando. En el descuento el Muskaria tiene a su rival contra las cuerdas y en una falta lejana Sergio, el 10 de Arguedas, estrella el balón en el palo. Después el árbitro pita. Se acabó. Todos a casa. Hasta el partido de vuelta.