martes, 11 de mayo de 2021

Los abuelos infinitos

 Los abuelos deberían ser eternos. No paro de repetir esa frase después de que se haya muerto mi última abuela. María Guadalupe (un nombre rarísimo en mi zona y en mi familia) se murió a los 88 años. Todos la llamábamos Marichu, que suena más fácil y cariñoso.

He llorado bastante la muerte de Marichu. No sé cuánto es bastante, pero he llorado unas horas, y todavía tengo un nudo en la garganta cuando me acuerdo de ella. Si veo a Fátima, la mujer que ha cuidado día y noche los últimos años a mi abuela, me dan ganas de llorar y abrazarla.

Los abuelos deberían ser eternos es una frase que no pensaba mucho y que habré oído en algún velatorio o leido en alguna taza de MrWonderful. Sin embargo, que los abuelos deberían ser eternos es un error. Los abuelos son eternos para los que nos quedamos. Son eternos en la eternidad que es la vida de los nietos. Quizá el problema es la palabra eternos. La cambiaría por infinitos, porque son recuerdos que no se terminan. Recuerdos que permanecen, que casi puedes paladear cada vez que los traes a la cabeza. Recuerdos de amor puro y directo. 

Yo creo que ya vale, que me estoy poniendo muy moñas. Me parece que ha quedado claro el concepto.

Ojalá poder querer a alguien como me quisieron a mí mis abuelos y mis abuelas. Gracias a los cuatro.

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